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La danza de los concheros es mágica: Alejandra Martínez

14 de Septiembre 2016
Desde que tenía alrededor de 3 años su padre la hizo parte de todo lo que involucra ese mundo

Es muy fácil entablar una conversión con Alejandra Martínez, pues desde que te abre las puertas de su casa sus muestras de amabilidad son evidentes. Además, no puede ocultar la emoción que le da hablar de la Danza.

Ella como muchos concheros y concheras consideran que esta tradición es “mágica” y en particular para ella, porque no sólo disfruta de honrar a nuestros antepasados en esos momentos, sino en su vida cotidiana, por eso me recibe portando un traje típico que le ofrendaron una vez que acudió a San Juan Tuxtepec, y me dice que se siente “muy orgullosa” de portarlo.

Pero su amor por la Danza va más allá, es un reflejo de las enseñanzas de su padre, quien desde que tenía alrededor de 3 años la hizo parte de todo lo que involucra ese mundo, por eso en especial ella, sabe lo que es dedicar una vida a preservar estas costumbres.

 Es la décima de doce hermanos, de los cuales varios también se dedican a esta actividad, pero durante la entrevista además de honrar a su padre, también quiere homenajear a su hermana Julia, quien fue una de las primeras mujeres que lograron ser capitanas, y aunque ya está retirada, su trabajo aún es recordado y admirado por mucha gente.

“Por eso cuando a mí me dicen que bailo como ella para mí es un honor”.

Alejandra Martínez es descendiente de Atilano Aguilar, fundador de una de las principales danzas, y de quien emanan prácticamente todas las familias, las conocidas mesas de los concheros y concheras en Querétaro.

Sin embargo, como “en todo”, dice Ale, desafortunadamente con el paso del tiempo los problemas entre los familiares, provocaron que existan diferentes grupos. Uno de ellos el de Danza Águila Azteca de José Martínez Aguilar, quien fue su padre, y que al fallecer éste, fue nombrado “Hermanos Aguilar”.

Uno de los recuerdos que tiene Alejandra de su padre es que a pesar del machismo que aún se vive en la danza, en donde son muy pocas las mujeres que pueden alcanzar el grado de capitanas, él le dio el nombramiento a su hija Julia, “quien fue su mano derecha por mucho tiempo” y ambos trabajaron para fortalecer su mesa.

Ante la pregunta de por qué ella si lleva más de 40 años danzando aún no es capitana, prefiere no comentar al respecto, y con lágrimas en los ojos platica que en esta ocasión no danzará en las festividades de La Cruz, y que “los nombramientos son sólo un papel y no es por eso que yo danzo, sino por lo que esa tradición me regala. Y yo prefiero mandar a todos bendiciones”.

Aprendió de su madre el oficio de costurera y, con éste, a realizar diferentes trajes, desde los que son elaborados con manta hasta los que son bordados a mano. Dependiendo del tipo de vestuario que le encarguen, puede llegar a tardarse de 6 meses a un año en su elaboración.

Uno sencillo cuesta de mil a 5 mil pesos y los otros hasta 15 mil pesos. Me dice que cuando tuvo a sus hijos dejó por un tiempo la danza, pero sus hijos la animaron para que regresara.

Incluso habla de que a veces es difícil tener una pareja cuando se es conchero o conchera, porque si no te entienden y no se suman, y por el contrario te piden dejarlo, “es como si te mutilaran”.

Bromea con que muchas veces les han comentado que ella no tiene “una vida normal”, porque en ocasiones cada fin de semana está fuera, y es que “en la danza se vive de todo, y tú aceptas lo que la gente tiene para ofrendarte, a veces duermes a la intemperie, a veces en un petate, a veces en la grava”.

En ocasiones, ha tenido que caminar por zonas poco seguras y a altas horas de la noche, pero ni eso ni perderse le da miedo porque sus “ánimas siempre están con ella”.

Cuenta que cuando sus antepasados solicitaron permiso a la Iglesia para retomar su tradición, éste les fue otorgado, pero en ese tiempo les pusieron muchas limitaciones, por ejemplo, utilizar el huéhuetl y por eso emplearon la concha, y de ahí su nombre de danzantes porque “la concha guarda nuestros secretos”.

Dice que aquí en nuestro estado los festejos duran 4 días, pero en la mayoría son dos. Aquí, inician el 12 con la velación, un rito a través del cual primero se pide permiso a las ánimas de sus antepasados, luego se les invita a que estén presentes, y después se llevan las alabanzas, “ahí también limpias tu energía”.

El 13 es realizado el recorrido, el 14 la fiesta y el 15 se dan las gracias. Con lágrimas en los ojos recuerda cuánto trabajó su padre por su mesa y también que la sentaba en su regazo cuando era una niña y le platicaba la historia de las águilas, “en ese momento no entendía, y ahora comprendo todo lo que me decía, que sufren mucho cuando van a cambiar de pico, pero después de renovarse son más fuertes”.

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