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Rosca de Reyes, una tradición que perdura en México

05 de Enero 2017
Cuando comemos el pan, se relaciona con la comunión con Dios; se parte el día 6 de enero por la tarde o noche en compañía de la familia

Aunque hoy la tradición de la Rosca de Reyes está profundamente arraigada en México, donde se ha convertido en motivo de convivencia y unión familiar, su origen es europeo y es fundamentalmente religioso.

La rosca simboliza el pasaje bíblico entre el encuentro de los Reyes Magos con el niño Dios y se le conoce como la Epifanía.

Su forma ovalada o circular tiene que ver con el círculo infinito del amor a Dios, ya que no tiene principio o fin.

También evoca las coronas de los Reyes Magos, cuya fruta de múltiples colores simboliza un mensaje de paz, amor y esperanza.

La Rosca de Reyes tiene tras sí una bella historia de fe y sacrificio de tres hombres que siguieron una estrella luminosa hasta Belén para adorar al Niño Dios, tradición que tiene sus comienzos en la Edad Media y llegó a México durante el Virreinato.

De acuerdo con el Museo de Arte Popular (MAP) la Iglesia Católica celebra La Epifanía, vocablo griego que significa manifestación, aparición, para recordar la revelación de Jesús ante los Reyes Magos o Santos Reyes.

La historia cuenta que de Persia salieron los tres Reyes Magos para ir a adorar al Niño Jesús y según la tradición en México, son ellos quienes traen los regalos a los menores, como alguna vez lo hicieron con el niño Jesús al llevarle tres dones que incluían oro, incienso y mirra.

Es así que hoy en día en la madrugada del día 6 de enero, los niños reciben regalos, que los reyes les dejan en sus casas, en representación de los obsequios que los Reyes Magos le llevaron al Niño Jesús.

Marco Polo en su libro “Los viajes de Marco Polo” o “El libro del Millón”, detalla que los tres reyes de la comarca emprendieron su viaje para adorar a un profeta recién nacido y llevarle tres ofrendas: oro, incienso y mirra, “si el profeta tomaba el oro, era rey terreno; si tomaba el incienso era un Dios, y si tomaba la mirra, era un médico”.

Los Reyes Magos encontraron al Niño, quien tenía tres días de nacido, se postraron ante él y le dieron las tres ofrendas, el Niño tomó los tres presentes y a cambio les dio un cofrecillo, el cual contenía una piedra cuyo mensaje era que debían ser firmes y constantes en su fe.

Los Reyes, al ver la piedra no comprendieron el significado, por lo que la arrojaron a un pozo y vieron que de las nubes descendió una llamarada que se hundió hasta la piedra.

De esta forma comprendieron que se trataba de un talismán, tomaron parte del fuego y lo llevaron a sus respectivos países para mantenerlo ardiendo y utilizarlo en todos los holocaustos.

El muñeco escondido dentro de la Rosca de reyes simboliza al Niño Jesús que los reyes no encontraban porque la estrella desaparecía.

Según un códice de la biblioteca de París, durante el Siglo VII, estos magos se llamaban Melchor, representado por un hombre anciano de barbas blancas; Gaspar, con apariencia de un joven rubio, y Baltasar, de tez negra y barbas onduladas.

La diversidad de razas de los magos hace alusión a la gama de pueblos existentes en el mundo, quienes en signo de adoración llevaron oro, regalo digno de reyes; incienso, indispensable para la adoración de dioses, y mirra, símbolo de la mortalidad del Mesías.

Los Santos Reyes aparecieron por primera vez en el siglo VI, en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Italia, y más tarde, en el siglo XVI, por cuestiones incluyentes, se diversificaron sus razas, uno provenía de Europa, otro de Asia y el tercero de África.

Este contexto se explica la asignación del caballo, el camello y el elefante como transporte.

En México, los Reyes Magos fueron conocidos por los misioneros católicos, quienes difundieron desde el Siglo XVI, el episodio protagonizado por estos sabios e introdujeron más tarde el hábito de dar obsequios a los pequeños, como lo hicieron los Magos con Jesús.

La tradición mexicana que pone fin al denominado ciclo Guadalupe-Reyes (12 de diciembre-6 de enero) permanece, así que en algunos hogares los niños siguen dejando sus zapatos cerca del árbol de Navidad, esperanzados en encontrar el obsequio deseado al amanecer el Día de Reyes.

Partir la Rosca de Reyes se origina en la Edad Media en Francia en la que cristianizando la costumbre pagana de “elegir un rey de las fiestas” inspirado en el Eclesiastés, se escondía un haba, en una rosca de pan dulce adornada con azúcar y frutas.

Dicha haba oculta simbolizaba la huída de José y María para esconder al niño Jesús y ponerlo a salvo de la persecución del rey Herodes; los dulces o frutos cristalizados son las distracciones del mundo que nos impiden encontrar a Jesús.

Hoy en día, el haba ha sido sustituida por una figurilla de plástico escondida en el pan, al que cada persona corta con un cuchillo, instrumento que simboliza el peligro en el que se halla el niño Jesús.

Se desconoce a partir de cuándo se empezó a esconder dentro de la rosca un niño Dios de porcelana, pero la persona que encuentra la figurilla al cortar el pan, se convierte en anfitrión de otra celebración posterior, ya que se considera el padrino del mismo.

Cuando comemos el pan, se relaciona con la comunión con Dios, con lo sagrado del personaje recién nacido, el tamaño de la rosca depende de la cantidad de muñecos que se insertan en la misma, se parte el día 6 de enero por la tarde o noche en compañía de la familia.

La tradición oral señala a algunas personas que han sido capaces de tragarse la figurilla para eludir el compromiso que dicta la tradición y que da paso a la celebración del Día de la Candelaria, donde los padrinos confeccionan un “ropón” al niño Jesús, lo visten de gala y regalan a los comensales atole y tamales el 2 de febrero.

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