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El derrumbe del mito

21 de Julio 2017

Por: Vladimir Galeana

Finalmente fueron los propios delincuentes los que derrumbaron el mito construido por el jefe de gobierno de la Ciudad de México (CDMX), Miguel Ángel Mancera Espinoza, en el sentido de que en la capital del país no existen cárteles de la delincuencia, sino presencia ocasional de algunos. Posteriormente señaló que la capital de la República era “un santuario” de algunos jefes del narcotráfico, ya que podían pasar inadvertidos. Como siempre, nuestra lamentable realidad nos rebasó.

Ahora sabemos que Tláhuac era el refugio perfecto para Felipe de Jesús Luna, a quien apodan “El Ojos”, y quien operaba no tan sólo la distribución de droga, también el cobro de piso y el control de diversas unidades de transporte público en las delegaciones de Tláhuac e Iztapalapa. Una red de indicadores le suministraba información completa de todo lo que ocurría an las calles. El control era férreo y funcionaba eficientemente, y eso le permitió abatir a posibles competidores.

Ayer hubo personal de la Secretaria de Marina realizando patrullajes en la zona, cuando fueron atacados por sicarios y, al repeler el ataque, murió el líder del grupo criminal. Pero eso no fue todo, porque resulta que la red delincuencial abarca gran parte de la actividad económica de la zona, principalmente de los operadores de los mototaxistas que también actuaban como distribuidores. Una vez abatido el narcotraficante, los mototaxistas construyeron un cerco para evitar que los policías entrarán a la zona.

Desde el año 2004, durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador, cuando ocurrió la tragedia de San Juan Ixtayopan, la cual provocó la muerte por linchamiento de un elemento del Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional y la quema de otro por la impericia de Marcelo Ebrard, titular de Seguridad Pública, no se presentaba un hecho de sangre de esta magnitud, pese a que los propios tlahuicas señalaban que había presencia del crimen organizado.

Miguel Ángel Mancera siempre negó la existencia del narco, pero la realidad lo alcanzó y ahora tendrá que enfrentar las secuelas del lamentable enfrentamiento y dar una explicación lógica y creíble a sus gobernados para intentar restablecer esa credibilidad que alcanzó en los primeros meses de su mandato. También tendrá que responder por la destrucción de diversos vehículos particulares utilizados como barrera para evitar la actuación de las policías.

La realidad nos alcanzó a todos, el problema es que este tipo de hechos era para nosotros algo lejano e imposible de ocurrir. Es lamentable, pero el narcotráfico no conoce fronteras, y lo peor es que tiene logística y capacidad de reacción inmediata para inmovilizar a las fuerzas federales.

Tarde entendimos quién provocaba las ejecuciones, y todo por ese empecinamiento de no reconocer su presencia en la capital de la República.

Ya probamos el infierno que se vive en otras latitudes, ojalá tengamos la capacidad para desterrarlo. Al tiempo.

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