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Mono Blanco “El fandango, ritual que nos une”

“Muy al principio, cuando andábamos en nuestro pininos y nos mandaban de la Secretaría de Educación Pública a tocar a lugares muy distantes como escuelas, casas de cultura y ejidos, no había la costumbre de que un grupo de son jarocho se llamara así: Mono Blanco. Entonces, muchas veces, nos ponían otro nombre como Moño Blanco o luego en el cartelito de la localidad dibujaban una batería y una bajo eléctrico, pensando que éramos un grupo de rock; era muy chistoso, porque llegábamos ante los alcaldes todos sombrerudos y jarochos”.

Con esa anécdota, Gilberto Gutiérrez Silva, fundador y director de la emblemática agrupación de son jarocho Mono Blanco, recordó los inicios de un grupo de música tradicional que en 1977 se gestó, en el entonces Distrito Federal, con la idea de rescatar y conservar la tradición de los sones y fandangos sobre la tarima.

“Son ya prácticamente 41 años desde aquel día en que se inició el germen de Mono Blanco y empezó a tomar forma y vida. Ha sido un largo recorrido con altibajos, pero siempre con mucha satisfacción del trabajo que se ha realizado. Un trabajo que afortunadamente no se ha quedado arriba del escenario, sino que supimos retornarlo a casa para darnos cuenta de que había mucho trabajo allá, para que la tradición pudiera seguir existiendo”, comentó el destacado músico veracruzano.

A más de cuatro décadas de distancia, Mono Blanco no ha cambiando sus principios y objetivos; sin embargo, explicó el jaranero, se han ampliado de manera considerable “pues comprendimos la importancia del ejercicio del fandango porque es un ritual que convoca a la convivencia comunitaria multigeneracional”.

“A lo largo de todos estos años, hemos ido descubriendo que hacían falta varias cosas para mantener viva la tradición jarocha. Aunque nacimos primero con la idea de hacer la música, después nos dimos cuenta que había mucho más allá, pues el son jarocho se debe a una fiesta comunitaria, una celebración ritual. Comprendimos que tenía que ver con una forma de vida, pues está ligada a la ganadería, al campo, la pesca y a las pequeñas ciudades”, señaló.

A lo largo de su enorme trayectoria musical, la agrupación cuenta con 10 discos en su repertorio tradicional, ha realizado giras internacionales y ha participado en innumerables festivales, así como organizado conferencias y talleres de laudería, versada, danza y canto. Lo anterior le ha permitido mantenerse en el gusto del público por todos estos años, así como en el proceso de renovación de la música y danza tradicionales del sur de Veracruz.

“Como ha sido un proyecto permanente, nosotros siempre nos hemos sentido al inicio de algo. Por ejemplo, en este momento, estamos seguros de que lo mejor para nuestra tradición está por venir y que lo mejor para el son jarocho, como género musical, también está por venir. Por ello, es importante seguir haciendo el trabajo que hacemos en las comunidades y en el centro del origen de esta tradición”, externó.

“No hay tiempo para estar pensado sí ya la hicimos, simplemente, viviendo el día a día y disfrutando lo que hacemos”, agregó el oriundo de Tres Zapotes, Veracruz, quien toca la jarana y compone desde 1979.

Al hacer un balance sobre los cientos de escenarios que han pisado en todo estos años difundiendo la música tradicional, Gutiérrez Silva dijo que, en general, les ha ido muy bien, “hemos tenido buenas experiencias con los públicos, incluso, cuando hemos tenido que enfrentarnos a los públicos de Café Tacuba o los Tigres del Norte en festivales como Cumbre Tajín”.