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Desequilibrios externos no afectan las inversiones

México, a diferencia de otros países emergentes, y en una situación económica que dista mucho de las crisis de los años 70 y 80, no tiene desequilibrios externos capaces de provocar una salida abrupta de capitales; por el contrario, tan solo en julio, recibió inversiones en bonos gubernamentales por mil millones de dólares.

Al presentar su informe Situación México, Carlos Serrano Herrera, economista en jefe de BBVA Bancomer, expuso que estos capitales no son “golondrinos”, sino su ingreso es de largo plazo, aunque reconoció que cuando son inversiones en portafolios siempre existe el riesgo de que se vayan. Sin embargo, “México no se ve vulnerable”.

“Cuando se invierte en títulos gubernamentales siempre está el riesgo (de que salgan los capitales), a diferencia de la Inversión Extranjera Directa, que no es fácil de recuperar”, expuso.

Para Serrano la fuga de capitales en México es “un riesgo menor, ya que estas inversiones se colocaron a títulos gubernamentales de más largo plazo, en pesos, y ello demuestra que existe más optimismo por la economía mexicana”.

Por el contrario, dijo que “cuando hay nerviosismo de que pueda haber un desequilibrio interno, los inversionistas prefieren los títulos en dólares; este hecho demuestra mucha más confianza de los capitales en México de lo que están viendo en otros países”.

Además, expuso que lo que puede ocurrir para que un país tenga una salida abrupta de capitales, “es que tenga un desequilibrio externo importante, y esto significa que tenga un déficit de cuenta corriente que eventualmente tenga problemas para su financiamiento”.

Eso no ocurre en México, explicó, pues “se tiene un déficit de cuenta corriente de 2 por ciento, que es fácilmente financiable, con lo que recibe el país tan solo por concepto de Inversión Extranjera Directa, esto sin considerar otros ingresos”.

Los inversionistas extranjeros están mostrando confianza, sobre todo porque el nuevo gobierno electo, agregó el doctor, ha planteado llevar a cabo una política económica prudente, con menor gasto corriente durante el segundo semestre del año para que se cumpla con la meta del superávit fiscal primario de 0.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) que, en su opinión, “sí se va a lograr”.

Consideró además que aun con un crecimiento económico menor al esperado y pactado, esto no afectará la tendencia a la baja de la deuda del Gobierno Federal.