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Finalmente se logró la aprehensión de Javier Duarte de Ochoa. No tuvimos que ir muy lejos por él y no transcurrió tanto tiempo como en el caso de Tomás Yarrington, lo que quiere decir que cuando se quiere se puede, y que los avances tecnológicos de estos tiempos nos permiten detectar casi todos los movimientos que realizan las personas en la mayor parte del mundo. Fue el registro de los hijos en una bitácora de viaje que dio el indicio final.
A la par de su aprehensión, la alharaca mediática y en redes fue de festín, y creo que la necesitábamos los mexicanos para volver a creer en las leyes de este país y limpiar las sospechas de colusión en nuestras autoridades de todas las fuerzas políticas del país. No es fácil restablecer la confianza de los ciudadanos en la aplicación de la norma jurídica, y mucho menos el prestigio de un gobierno que ha sido puesto en entredicho por lo que hace y lo que deja de hacer.
Finalmente Javier Duarte de Ochoa está a disposición de las autoridades mexicanas, al igual que Tomás Yarrington Ruvalcaba, que llevaba 13 años escondiéndose. Lamentablemente, ese hecho, que debiera ser reconocido por quienes exigieron su aprehensión, ha provocado críticas político-partidistas que hablan de la poca probidad que hay en el ejercicio público en México. Para decirlo más claro, todos los partidos de oposición pusieron en duda la legitimidad de la aprehensión del señor Duarte de Ochoa.
Asumiendo la más vil de las conductas, los miembros de los partidos políticos que compiten en las elecciones que tenemos en puerta, principalmente en el Estado de México, vertieron opiniones en el sentido de que esta victoria legal del Gobierno Federal no era más que una estratagema para apoyar a sus candidatos en las elecciones para gobernador y presidencias municipales que se avecinan.
Esta es una muestra de la vileza que existe entre aquellos que se aducen como los hombres y mujeres que pretenden formar gobierno y forjar un mejor país. El mismo Miguel Ángel Yunes Linares salió a señalar a los medios de comunicación que prometió que Javier Duarte de Ochoa pagaría el daño que había causado, y que ya lo cumplió. También dijo que buscará que el castigo sea ejemplar, pero habrá que recordarle que ese papel lo tendrá que desempeñar la Procuraduría General de la República.
Ese odio manifiesto del señor Yunes es el mismo que existe en todos los partidos, lo que augura que las elecciones vendieras se convertirán en una guerra sin cuartel, y que gane quien gane los problemas seguirán porque los triunfos que obtenga el tricolor serán tildados de fraude. El problema de este país es la siembra del odio y las graves consecuencias de tamaña irresponsabilidad la padeceremos todos los mexicanos. Nuestra democracia está enferma. Al tiempo.